Me he levantado con una necesidad ardiente de bailar, pero al hacerlo tenía los pies pegados a las losas, me abarcaban y atrapaban como una enredadera impávida, siempre fría. Y he pensado, ¿Qué puedo hacer ahora, aquí, de pie, desnudo?
Encendí una cerilla rosa y quemé mi corazón calcinado ya.
Tenía tanta hambre que me tragué las cenizas, a veces distinguí el dulce sabor a sandía.
Crujían las bocas tan fuerte que el estruendo no paraba de hacer que los parpados gotearan y que chirriaran mis venas como una vieja caja de música oxidada, tan oxidada como mi lengua.
Y de nuevo vino el frío, y empecé a estirar mi piel para taparme con ella. Me he dejado los dedos en carne viva, en carne muerta.
El wáter está lleno de centimientos, con “c” de cemento, como el cemento de mi cráneo de acero, de esos que se ponen en las operaciones de traumatología, de esos que, en realidad, no funcionan. No sirven de nada.
Luego he cerrado los ojos.
Y me he dejado violar por una caricia.
Introduzco el dedo índice en el ombligo, giro y giro y estrujo y gimo.
Introduces tu dedo índice en tu boca, giras y giras y estrujo y gimes.
Dame una eme
Dame una e
Dame una ene
Dame una te
Dame una i
Dame una erre
Dame una o
Dame una ese
Dame una o
¿Cómo se dice “que te jodan” en árabe?
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