Lo sé, esta careta de cazadora que se deja morir, no te la
crees.
Tampoco me creo tus ganas de aventura cuando buscas
seguridad en los huecos de tus uñas, en las colillas que decoran tus insomnios
y en el aliciente que encuentras en lo que no interesa.
Buscas seguridad echándome y me voy, aunque tenga un agujero
en el estómago que pudiera colmar con un abrazo. Serás ese suceso sin resolver
propio de Expediente X, lo asumo, lo acepto, aunque me acuerdo de ti más ahora que
cuando nos veíamos cada día y hablábamos durante horas de las pelusas del
cristal.
Pero ya no, no te importan mis pelusas ni me importa tu olor
corporal, no me apetece escudriñar psicoanálisis ni retorcerme las muñecas a
tientas de la caída que nunca sucede
No me te importamos recuerdos bonitos en los conciertos.
No me te llamamos a nuestras mascotas con apodos
intercambiados.
No me te mediremos las espadas con la confianza de jamás
enfrentarlas.
Hoy nos encontramos por la calle, ibas con una amiga -que
necesitaba bechamel para tener sabor-,me saludaste cortésmente, -me sentía la
Tía Gertrudis con verrugas en la boca-
“un día quedamos para un café” “¿y las espadas?”
Hablamos de películas que jamás rodaron, exposiciones que nunca sucedieron, personas que no conocemos… Nos vemos con la única intención de no
vernos.
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